Néstor Luján

Una obsesión transparente por la estética

La desaparición de Guillermo Díaz-Plaja, qué gran pérdida para Cataluña, para España, me afecta a mí muy dolorosamente, puesto que toda mi vida literaria ha estado ligada a su magisterio y amistad. Guillermo me examinó del primer curso de bachillerato en el Instituto Balmes, que estaba situado todavía al amparo de la vieja Universidad. Era, creo, también los primeros exámenes que presidía como catedrático reciente de Lengua y Literatura españolas. Sobre un libro suyo, Primer cuaderno de sonetos, publicado en 1941, escribí mi primer artículo periodístico en una revista universitaria. Luego asistí a alguna de sus clases y muchas de sus conferencias. Estudié con sus antologías y textos tan didácticos y claros, escritos con un gusto irreprochable. Más tarde, concluida la Guerra Civil, nos encontramos en el semanario Destino, del cual fue un ilustre colaborador. Luego de infinidad de años de relación, todavía compartimos hace muy poco las labores de! Resucitado Premi Crexells, del cual era presidente. Toda una vida entre la amistad y sus libros, entre su autoridad gentil y subyugante y su sensibilidad siempre alertada. Guillermo Díaz-Plaja, académico de la Lengua Española, conferenciante, poeta, ensayista, profesor, erudito y suscitador constante de temas intelectuales, era una figura viva, plena, rotunda de nuestras dos literaturas. Porque Guillermo Diaz-Plaja, nacido en Manresa en 1909, compartió con una igual seguridad su admiración y su entusiasmo por las dos literaturas. En su juventud en 1929, concretamente, fue uno de los tres inquietos y traviesos responsables de aquella agresiva publicación —de un primero y único número— que se llamó Els fulls grocs, junto con Lluís Muntanyà y Sebastià Gasch. Se interesó por los movimientos vanguardistas de Cataluña, por el cine, por la evolución del teatro, por la vida de la literatura catalana, a la vez que, joven catedrático de Literatura Castellana, iniciaba sus estudios, sobre los más variados aspectos de la historia literaria castellana. Desde dirigir la Historia general de las literaturas hispánicas, hasta sus grandes ensayos sobre Romanticismo, el modernismo y los modernistas, sobre la “generación del 98” o los grandes personajes literarios de nuestro siglo que van desde Ramón del Valle-Inclán a Federico García Lorca, todo mereció su atención solícita, entusiasta y reflexiva. En este sentido su obra es copiosa, imponente, a veces osada en la formulación de sus ideas —recordemos su discutido y fascinador libro El espíritu del barroco, publicado en 1940—, que planteó fértiles y enriquecedoras polémicas.

Toda la obra sobre historia Iileraria de Guillermo Díaz-Plaja, descansa sobre una aguda sensibilidad —era un mediterráneo con una obsesión transparente y profunda por la estética— sobre sus admiraciones coherentes, que su prosa convierte en contagiosas en el caso de los grandes valores literarios por una claridad expositiva que no renuncia jamás a la tentación de la imagen, de la iluminadora metáfora, de usar, aun con fines didácticos simplemente, las gentilezas, tan tentadoras de un noble, pulcro y meditado estilo. Al lado del historiador de la literatura está el ensayista, el periodista, el viajero y el poeta. Poeta lo fue en espaciadas publicaciones y en sus poemas resuenan, en su propio y trémulo lenguaje, las voces graves de los poetas mayores, enormes y lacerantes, de la lengua castellana que también conoció. La lírica castellana, de la cual fue un magistral y gozoso historiador, está siempre en su poesía trabajada y bella.

Periodista de viajes, de ideas y de literatura, lo ha sido constantemente. No podía su sensibilidad alerta evitar, como Eugeni dOrs, su maestro, la perentoria, casi tiránica, tentación de escribir en la prensa, de trabajar al hilo de ideas nuevas que se iban suscitando para plantearlas a través del cristal de sus conocimientos y de su sagacidad crítica. Como periodista y ensayista tuvo el secreto de la elegante concisión, delicada y flexible, una especie de penetrante, rigurosa, concentrada brevedad. Y así le recuerdo como el esbelto “Sagitario” intelectual de su sección “La saeta del aire” del semanario Destino.

La desaparición de Guillermo Díaz-Plaja representa la ausencia de una figura sólida en nuestro paisaje literario. Porque no sólo estaba su obra viva, presente y permanente en el mundo de los libros, sino su autoridad humana, su brillantez como conferenciante, su confortadora y elocuente presencia académica, su cordialidad ciudadana y su amplia generosidad intelectual. Era el suyo el prestigio de una presencia, este hecho inmaterial, impalpable. pero vívido, que infunde a las ciudades la dignidad y la tradición, el supremo decoro de su cultura, su dignidad espiritual y categórica.

Néstor Luján, La Vanguardia, 29 de julio de 1984.

‹ Volver a Impresiones de Escritores