HISTORIA GENERAL DE LAS LITERATURAS HISPÁNICAS

La Historia General de las Literaturas Hispánicas (1949), se incluye entre las obras fundamentales de Guillermo Díaz-Plaja alterando el criterio de autoría material que preside todos los demás libros elegidos escritos por él. La razón para su inclusión en la antología es la importancia de su paternidad de concepción, dirección y ejecución de un proyecto de alcance intelectual –y editorial¬ sin precedentes bibliográficos en la historiografía literaria en aquella época. La originalidad de esta iniciativa académica estriba, por una parte, en en su ambición científica y su alcance enciclopédico para dar una visión panorámica de nuestras letras. Y, por otra, su novedad consiste en la innovación conceptual de incluir bajo el adjetivo “hispánicas” una visión omnicomprensiva de la producción literaria que abarca no sólo el estudio histórico de las letras en toda la Península Ibérica sino también de sus antiguos dominios coloniales de ultramar. Esto implica que el criterio integrador del autor adopta el concepto de hispánico, de connotaciones ideológicas que corresponden al Zeitgeist de su coyuntura histórica, que hoy bordearía la “corrección política” en España y el anatema al otro lado del Atlántico. Y, fiel a ese criterio metodológico, el objetivo de la obra no se limita al estudio de la producción literaria en castellano para incluir también a los escritores en lengua catalana, gallega y vascuence.Y además impone que el corpus de su temática se extiende a investigaciones sobre toda la literatura en español producida en Iberoamérica desde la conquista e incluyendo también la obra escrita de los distintos países después de su independencia.

Hay que destacar el momento en que el primer volumen de las “Hispánicas” se publica, lo que implica que Díaz-Plaja obtuvo ya en 1948 luz verde para poner en marcha este ambiciosísimo proyecto editorial que se desarrollaría en años sucesivos en una magna opus de siete volúmenes y casi cinco mil páginas. Para poner en perspectiva esta cronología de publicación hay que considerar que su autor/director apenas había cumplido 40 años cuando concibió el proyecto y lo lanzó. Y, pese a este factor de primera madurez, el prestigio acumulado por su precoz carrera como profesor y escritor le dio el crédito suficiente para permitirle contar para la enorme empresa historiográfica con los más valiosos y cotizados autores, máximos exponentes de la investigación y crítica literaria de aquel momento dentro y fuera de España. Este factor influyó también en la confianza depositada en él por el editor ¬a quien explícitamente agradece su apoyo en el prólogo del libro¬ para afrontar la inversión y el riesgo de una obra de costo elevadísimo en el ámbito de la debilitada economía española de la posguerra.

Al exponer su propuesta, que precede al primer volumen de la obra, Díaz-Plaja enuncia los criterios epistemológicos que justifican su visión de la Literatura hispánica entendida como un universo integrador de las lenguas y culturas a través de las distintas épocas y las diversas tierras de España y de su antiguo imperio americano. Y define que en la obra “se intentan captar cuantos valores estéticos ha producido el género literario en los confines históricos y geográficos que se conocen o han conocido alguna vez bajo el nombre de España… El ámbito del libro es también una orgullosa exhibición de la amplitud de nuestro criterio: Españoles somos todos y nada de lo que ha sido español nos es ajeno”, proclama el prologuista.

Para acotar el alcance territorial, primero peninsular, el autor aclara que un título como “Literaturas Hispánicas” no debería limitarse “al cogollo ¬espléndido, eso sí¬ de la literatura castellana mientras se convierten en meros apéndices o en ignorados paisajes las literaturas que justamente hacen del mundo hispánico un total de belleza única y de riquísima complejidad”. Y explica que la obra incluirá históricamente “la impresionante raíz de lo vascuence… así como “la literatura hebrea o árabe de raíz hispánica”. Y, por supuesto, abarcará “las variedades del tronco romance de Galicia y de Cataluña derramada hacia los confines baleares o levantinos”.

En cuanto a la proyección transatlántica y de ultramar, Díaz-Plaja reivindica el lugar que, por derecho propio, ocuparán en la obra los estudios sobre la literatura de los que denomina “países hispánicos” de América. “Como lo demuestra el hecho de que después de la crisis del Imperio ofrecemos, primero, la continuidad de la lengua y, finalmente, la vinculación para toda la Eternidad al romance cuyos claros acentos hincamos entre las gentes de México y del Perú, de las Antillas y de Filipinas. Queremos oír todas estas voces: queremos saber del matiz multiplicado por tantas resonancias remotas y a la vez entrañables que repiten ese verbo de Castilla…”

En su presentación, Díaz-Plaja explica también la gran ambición intelectual que preside la Historia de la Literaturas Hispánicas que ha concebido para que en la obra colaboren “las más claras mentes de nuestro saber y entender literario” y aclara que se ha preocupado para que “al frente de cada capítulo campee una figura de prestigio tal que ofrezca el mayor rigor científico, el dato más exacto, la bibliografía más apurada, el más agudo sentido crítico”. Y puntualiza que el objetivo de esta obra es ¬lejos del afán divulgador de otros de sus libros¬ de alcance elitista al definirlo: “Libro, pues, pensado para servir los altos fines de la cultura científica de todos los países hispánicos”. Buena prueba de haber cumplido estos objetivos de rigor académico está en la eximia figura de don Ramón Menéndez Pidal, ya entonces patriarca indiscutido de la autoridad y la erudición literaria que encabeza con su introducción. Este pórtico del máximo nivel avala la obra así como el elenco de figuras ilustres de la universidad, la investigación y la crítica literaria de España e Iberoamérica que constituyen la columna vertebral de este amplísimo estudio y análisis de las letras hispánicas desde los más diversos ángulos y frentes temáticos.

Para dar una idea del nivel intelectual de las figuras que contribuyeron a la obra baste citar algunos de sus colaboradores mas ilustres. Entre ellos, además del ya mencionado Menéndez Pidal y del propio Díaz-Plaja que también escribió diversos capítulos, cabe destacar a los filósofos y pensadores José Ortega y Gasset, Julián Marías o Gregorio Marañón; a los catedráticos universitarios Gonzalo Menéndez Pidal, Manuel Ballesteros, Narciso Alonso Cortés, Rafael Lapesa, Pedro Laín Entralgo, José Manuel Blecua o el gramático Samuel Gili y Gaya, los críticos Melchor Fernández Almagro y José María de Cossío; así como los especialistas en Literatura catalana, Miquel Batllori S.J, Manuel de Montoliu, Jordi Rubió, el experto en letras hebraicoespañolas, Josep Maria Millás Vallicrosa, o de Literatura gallega, José Filgueira Valverde o Dionisio Gamallo Fierros.

Por parte iberoamericana colaboraron, entre otros muchos, los doctores Francisco Monterde, Guillermo Lohman, Angel Battistesa y Raúl H Castagnino.

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