FEDERICO GARCÍA LORCA
La primera edición de Federico García Lorca aparece en Buenos Aires en 1954, sólo quince años después de la muerte trágica del poeta, víctima de la represión franquista. La probabilidad de que la censura del régimen no hubiese autorizado la obra, posiblemente aconsejó a Guillermo Díaz-Plaja compensar su audacia en dedicarle un estudio en esta circunstancia histórica con la búsqueda de un editor argentino. Posteriormente aparecieron ediciones españolas de la obra gracias al interés suscitado por uno de los primeros ensayos sobre el malogrado escritor granadino.
En su introducción, el autor justifica con humildad –frecuente en otros prólogos de su obra– los límites de su aproximación a la figura de Lorca, “que no es el estudio definitivo que los críticos que fuimos amigos de Federico García Lorca debemos a su gloria”. (pág. 9) Efectivamente, en las páginas del amplio estudio que sigue, aparecen a menudo referencias personales y recuerdos entrañables de quienes, por pertenecer a la misma generación, coincidieron en los años de la República en la Residencia de Estudiantes de Madrid y posteriormente compartieron una relación amistosa truncada por la Guerra Civil.
“La estética lorquiana” abre el estudio aportando claves de las referencias culturales e históricas del escritor de quien empieza por destacar su entronque con la tradición oral y su talento natural de “juglar” con “ángel” y gracejo tanto para recitar poemas como para cantarlos. De todos modos, el talento de Lorca supo combinar su fidelidad a la tradición con la innovación: “por la inteligente y armónica fusión de los elementos tradicionales y los restauradores por la espléndida aleación de un sabor clásico y una renovadora y juvenil curiosidad”. (pág. 16)
Para intentar penetrar en la estructura del lenguaje de Lorca, el estudio se centra en su peculiar y personalísimo uso de la metáfora en la que también combina dos niveles, el de los temas populares y “un plano superior de agudeza, expresividad y eficacia” que el autor califica de “neopopularismo” porque “utiliza lo popular en lo que tiene de selecto y exquisito”. (pág. 13)
Al calibrar el alcance de la obra lorquiana en un contexto literario, el crítico Díaz-Plaja no duda, en medio de elogios específicos, en considerar a Lorca como autor de “Poesía menor, evidentemente , con una receta especial de retórica chica. Poesía de las cosas pequeñas”. (pag. 31) “García Lorca –como Falla¬ parte del folklore” que es en uno y otro no sólo un punto de partida “es un lastre que ata corto el vuelo lírico”. Y dentro de esta limitación, señala su vinculación local: “poesía andaluza de raíces concretas”. (pág. 32) “Nada, en fin, de lo que constituye el andalucismo superficial… Se cala hondo, eso sí, en el desgarro amoroso, en la vieja melancolía, en el rumbo valiente, en la pasión enardecida”. Esa calidad permite al autor calificarle de “andaluz profundo”. (pág.33)
La obra poética lorquiana tiene, pues, clave andaluza y Díaz-Plaja distingue elementos distintos, dentro de la “fusión” del espíritu del escritor con el paisaje de sus tierras. Y a ello dedica las visiones distintas de los tres puntos de referencia en su poesía: Sevilla, Córdoba y Granada, definidas como una “trilogía de ciudades en una progresión de tristezas”. (pág. 40) “De todas las Andalucías líricas de García Lorca, la granadina es la más esencial para la comprensión del poeta. Toda su obra tiene una impronta granadina”. (pág. 51)
Aborda el autor algunos temas andaluces que son recurrentes y esenciales en los poemas lorquianos, como los caballos y los toros que darían como leit motif uno de las elegías más emblemáticas de su obra: Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías. La primera parte del estudio concluye con la consideración de la vida, la sangre y la muerte como una terna trágica de la estética de Lorca. “Sorprende y emociona la cantidad, hondura y persistencia del tema de la muerte en la obra lorquiana”. (pág.65)
El autor pasa revista a todos los libros publicados por el poeta granadino. Del poemario lorquiano destaca por su fuerza y originalidad andaluza el Romancero gitano donde el poeta eleva “este tema de anecdótico folklore a la categoría más alta”, presentando la personalidad de ese pueblo como “complicada y profunda humanidad, orgullosa y perseguida, valiente y femenina, artista y soñadora, desarraigada y andalucísima”. (pág. 115) Asimismo enfatiza un tema similar, su Poema del cante jondo y el ya aludido poema elegíaco para Ignacio Sánchez Mejías. En un parámetro totalmente opuesto se analiza Poeta en Nueva York donde Lorca abraza el superrealismo y la fascinación por la cultura norteamericana, el jazz y la modernidad urbana.
Por último, el estudio se acerca a la producción dramática de Lorca. De ella destaca las tres piezas más emblemáticas ¬Yerma, Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba¬ dramas rurales andaluces que tienen en común “la fatalidad como protagonista invisible”, (pág. 201) basados sobre un “trípode de fuerzas naturales: el amor, el odio y la muerte”. (pág. 203) La última obra de la trilogía, que tiene a las mujeres como protagonistas, fue estrenada póstumamente, en 1945, en Buenos Aires. Es un drama en el que la rigidez moral e intransigente de la madre choca con las pasiones no satisfechas y los deseos frustrados de las tres hijas. “Y España ha sido y es muchas veces así”, (pág. 224) concluye Guillermo Díaz-Plaja.
Para esta sinopsis se ha utilizado la edición de 1954 (Editorial Espasa-Calpe, Colección Austral)