L’AVANTGUARDISME A CATALUNYA

L’avantguardisme a Catalunya es un sutil ensayo sobre los movimientos de vanguardia literaria y artística que, pese a su brevedad, constituye una de las perlas de la bibliografía en lengua catalana de Guillermo Díaz-Plaja. Al aparecer en 1932, el libro es de una clara actualidad porque su estudio y análisis de las ideas de vanguardia en Cataluña y sobre sus principales abanderados es casi contemporáneo con aquellas tendencias, aún latentes, si no vivas, por las fechas de su publicación. Esa cuasi simultaneidad entre la hora del análisis y el desarrollo de los acontecimientos reseñados realza la proximidad del autor con el período del fenómeno cultural diseccionado, demarcado entre 1918 y 1930. De hecho, sólo dos años separan la frontera final de la publicación del libro y su cercanía no es sólo temporal puesto que él mismo poco antes de escribir el ensayo había flirteado con el movimiento al firmar unos incendiarios Fulls grocs junto a dos escritores vanguardistas, Lluís Muntanyà y Sebastià Gasch.

La obra comienza por delimitar el concepto de vanguardismo que cronológicamente sucede al modernismo “que ja fa molt de temps que ha deixat d’ésser modern” e incluso el llamado futurismo se ha convertido en un “moviment perfectament arrieré (anticuado)”. A partir de esas exclusiones terminológicas y temporales, el estudio busca en la etimología histórica la clave del significado “la salvació del mot avantguarda depèn del seu retorn al seu sentit estricte. Bèl.lic. Aplicat, per tant, a una manera-transitòria -d’actuar. Mai, a un mode d’ésser ”. Y que, por tanto, en línea con el sentido militar de la expresión, el concepto implica un cierto grado de “violència, de topada amb l’ambient exterior”. Por tanto, en función de esa dinámica, el autor propone que “cal parlar no pas d’escoles avantguardistes, sinó de moments avantguardistes dintre de cada escola”. (págs. 12 y 13)

En Cataluña el movimiento llega influenciado, como tantas veces por Francia, donde la revista L’Esprit Nouveau ya pretendía en esas épocas, en torno a la Gran Guerra 1914-1918, nada menos que incendiar el Louvre. Tras citar precedentes más remotos de esta influencia francesa, como la revista L’Avenç, Díaz-Plaja sitúa el fenómeno vanguardista catalán de la mano de dos figuras clave: Joaquim Folguera y Joan Salvat-Papasseit, cuando en la posguerra, tras el armisticio del conflicto europeo, ya se registran en Barcelona “símptomes d’inconformisme i impaciència”. “És l’hora dels manifestos i de las revistes incendiàries … de las primeres discussions violentes sobre el cinema.”. (pág.16) Al tiempo, “paral·lelament a la subversió literària s’havia iniciat la subversió en les arts plàstiques, principalment en la pintura, iniciada por Joaquim Torres García”.

El fenómeno revolucionario se extiende como un reguero de pólvora y al vanguardismo inicial, una vez fallecidos los precursores Folguera (1919) y Salvat Papasseit (1924), le sigue una nueva generación y se suman otras muchas figuras de la literatura –entre las que destaca el poeta Sebastià Sànchez-Juan¬, y del arte ¬con el pintor uruguayo Rafael Barradas a la cabeza¬ que culminan una primera etapa del vanguardismo catalán. La segunda etapa está encabezada por el poeta Tomàs Garcés y la tercera, con notable mayor influencia en las artes, por Salvador Dalí y el poeta J. V. Foix. Ellos dos constituirán el núcleo vanguardista que se sitúa geográficamente en Sitges en torno a la revista L’Amic de les Arts, en la que colaboran también figuras como el propio Sànchez-Juan, o los ya mencionados Gasch o Muntanyà. Estos dos últimos firmarán, junto con Dalí el primer Manifest groc, una inflamada proclama de ruptura con el status quo estético y un ataque frontal al academicismo tradicional en línea con sus predecesores galos de L’Esprit Nouveau, unos años antes.

No obstante, aparte de la fanfarria y escándalo de la burguesía catalana y el establishment cultural de la época, este entusiasmo de ruptura, según Díaz-Plaja constata, no consiguió ningún resultado práctico el documento, que fue muy comentado, “Les especialíssimes condicions per les quals passava aleshores Catalunya, sotmesa per la Dictadura, feien que es multipliquessin, amb patriòtic fervor, totes les escurrialles del folklore casolà, i que qualsevol intent d’altre tipus fos desnaturalitzat per la passió política”. (pág. 19) Este retroceso tuvo su reacción positiva de tipo inverso ya que, posteriormente, un grupo de escritores se dedicaría a una literatura “depurada, feta de pures obsessions estètiques”. (pág. 20) Esa escuela estaría formada por discípulos de Salvat- Papasseit y Folguera, y sus representantes más destacados son Josep Maria de Sucre, Vicenç Solé de Sojo.. En realidad, pese a estos esfuerzos renovadores, el estudio señala “la desproporció entre la batalla violenta que dóna la crítica més jove … i l’absència d’una continuïtat de l’obra purament estètica”. (pág. 21)

El autor termina su ensayo con una nota pesimista cuando sentencia que este desequilibrio confirma la debilidad del movimiento vanguardista catalán. Según sostiene, este movimiento falló en su respuesta al radicalismo teórico que impugnaba los valores recibidos, al no aportar una obra literaria consistente que siguiese “en la norma i en la intensitat, l’ esforç de la crítica”. Y en función de esto aventura un pronóstico sombrío y concluye: “Per aquesta desproporció, les possibilitat de l’avantguardisme català de cara a l’avenir són tan migrades” y “moltes de las posicions que en altres països estan absolutament guanyades, resten ací en terreny de dubte o de desfeta”. (págs. 21 y 22)

Para esta sinopsis se ha utilizado la edición de 1932 (Publicacions de la Revista)

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