Manuel Fraga
Discurso de M. Fraga en la concesión del título de «Barcelonés del Año» a Guillermo Díaz-Plaja
Señoras y Señores:
Pocos motivos podrían serme ofrecidos para visitar Barcelona que me resultaran personalmente más gratos que éste, que es el de asociarme a la entrega del título de «Barcelonés del año» a mi querido amigo, el Excmo. Sr. D. Guillermo Díaz-Plaja y Contestí. En ésta como en otras ocasiones, tanto «Radio Barcelona» como «El Noticiero Universal»; han sabido sintonizar con la expresión más depurada y escogida de las preferencias populares para que este nombramiento viniera a recaer en «persona justamente merecedora del general aprecio de sus conciudadanos» e «indudablemente representativa de las virtudes que atesora» — entre las brisas que bajan del Pirineo y las esencias salinas que le llegan del Mediterráneo— “vuestra hermosa y secular ciudad». Debo, por lo tanto, comenzar estas breves palabras con una sincera felicitación a los dos órganos informativos que promueven esta iniciativa y cuya despierta sensibilidad es muy significativa porque refleja el trance de crecimiento que vive nuestra actividad informativa y cultural, donde la prensa y la radio se complementan y se sirven mutuamente, mientras han quedado desvanecidos los temores de que uno y otro vehículo para la comunicación social pudieran destruirse o al menos perjudicarse mutuamente. Seguro estoy de que lo mismo podemos decir respecto a la Televisión y de que una sociedad más culta, más rica y más densa será capaz de absorber, cada día más, las creaciones intelectuales y recreativas que requiere «un mercado abierto a las ideas y a las corrientes estéticas» como, por fortuna, lo es el español.
Cualidades y condiciones de Guillermo Díaz-Plaja
Muchas son las cualidades y las condiciones de Guillermo Díaz-Plaja que deberían ser exaltadas aquí. Con mucha más autoridad y mejor conocimiento que el mío, lo hizo recientemente ese ingenioso hidalgo catalán, también académico de la Española, Martín de Riquer, cuando le recibió en el seno de la ilustre Corporación, hace poco más de tres meses. A las propias palabras de este discurso de bienvenida, añadió el catedrático de la Universidad barcelonesa de recuerdo de algunas citas ajenas, de algunos juicios que la obra de Díaz-Plaja había merecido a figuras relevantes de nuestras letras: permitidme espigar entre esas citas la de las palabras que el maestro Eugenio D’Ors dedicó hace cuarenta años al primer libro de Díaz-Plaja, un espléndido Epistolario de Goya: “Resumen excelente, texto vivaz, sugestivo. Confesaré que este librillo es el único que he recomendado a «los extranjeros venidos en ocasión de las fiestas goyescas y que preguntaban frecuentemente por un resumen fácil donde encontrar la semblanza del pintor, cuya gloria les atraía». Después de glosar los más notables libros que siguieron a aquel «librillo», una suave punta de ironía cordial aflora en las palabras con las que Martín de Riquer ofrece su propio balance de las obras de Díaz-Plaja, expresada en una fecunda actividad personal e incluso administrativa y gerencial, lo mismo que en una pródiga labor literaria, uno de cuyos últimos títulos es el de un libro que se denomina «Memoria de una generación destruida». Hago también mías las siguientes palabras de Martín de Riquer: “Estupefacto, uno se pregunta: ¿qué hubiera sido y qué hubiera hecho Guillermo Díaz-Plaja si no hubiese tenido esa gran desgracia de pertenecer a una «generación destruida» y ser de «una promoción sacrificada?».
En beneficio constante y tenaz de su Barcelona
Pero, entre todas las razones mas que justificadas para éste y para otros homenajes, hay una que yo querría subrayar muy especialmente y que es, junto, a la del culto a una vieja amistad y junto al reconocimiento público a la iniciativa de «El Noticiero Universal» y de Radio Barcelona, la que quizá más me ha impulsado a realizar este viaje con el expreso motivo de participar en esta ceremonia: esta razón es la de que Guillermo Díaz-Plaja encarna en grado extenso una inteligente y decidida voluntad de entendimiento nacional en beneficio constante y tenaz de su ciudad de Barcelona, de su tierra catalana y de toda su patria española. Guillermo Díaz-Plaja siempre ha estado al margen de los pequeños grupos a los que obsesiona la morbosa idea de dividirnos y de fragmentarnos, de romper la necesaria y eterna unidad de las Españas, de interpretar torcidamente cualquier gesto y cualquier ánimo de comprensión y de amor que pueda surgir a uno y a otro lado del Ebro. A menudo, esto le ha costado sinsabores y disgustos, aunque yo también confío en que le haya producido alegrías entre las que sin duda la de esta tarde será una de las más indelebles. Esta su voluntad de continuo y cordial entendimiento entre españoles no le ha obligado, por cierto, a renunciar a nada, o, al menos, a nada que mereciera ser conservado; por ejemplo, en aras de esta propia capacidad de entendimiento ha cultivado con igual maestría las dos lenguas en las que se expresa la cultura catalana, con libros siempre lúcidos y siempre cálidos en donde la comunicación recíproca de las lenguas catalana y castellana vienen a enriquecerse mutuamente y a potenciar el espíritu que por ellas habla. Muy vivamente deseo, en nombre de un futuro inminente en que la voz de una España unida debe tener resonancia universal, que este modo de entender el «seny» catalán se consolide y se acrezca entre nosotros.
El buen augurio de un hecho
Estoy seguro de que a Guillermo Díaz-Plaja le ha complacido el hecho de que mi visita de hoy a Barcelona, motivada por el homenaje que le rendimos, se haya extendido a otras actividades culturales e industriales que le son tan conocidas, en la doble condición de su personalidad que se expresa en su también doble cualidad de director del Instituto barcelonés del Teatro y del Instituto Nacional del Libro Español. Entre las noticias que, en este sentido, acabo de ofrecer a los periodistas barceloneses querría subrayar aquí una que me parece particularmente grata: la de la creación, por el Ministerio de. Información y Turismo, de un Teatro Nacional de la ciudad de Barcelona, fundado en un cordial acuerdo y una estrecha colaboración con vuestro Ayuntamiento. De esta manera, recogiendo muy viejas aspiraciones, hemos dado el paso decisivo para una verdadera descentralización de la actividad oficial en esta materia, creando por primera vez un teatro de carácter permanente con el nivel de calidad a que obliga su propio rango. Creo de buen augurio el hecho de que la creación del nuevo teatro tenga lugar en el mismo día en el que una figura relevante de las letras catalanas recibe una consagración mayoritariá que viene a probar, en definitiva, que el rigor y la exigencia de la obra bien hecha pueden ser y son apreciados por nuestro pueblo. He dicho.
M. Fraga Iribarne, La Vanguardia, 27 de febrero de 1968