Gregorio Marañón

Prólogo

Lo que da interés singular a la nueva contribución de Guillermo Díaz-Plaja es, en primer lugar, la personalidad del autor, que se halla en el momento de la plenitud de sus talentos, de escritor, de investigador y de maestro. Pertenece Díaz-Plaja a la especie del intelectual puro que la evolución de los tiempos parece que va a aniquilar; y que por eso mismo tiene cada día un valor más acen­drado, y, en ocasiones, heroico.

(…)

Mucho contribuye a definir el problema el libro de Díaz-Plaja y, sobre todo, su delicada disección para separar el grupo del 98, del grupo modernista, que, por tener tantos planos de contacto, enturbiaba y confundía no pocos aspectos de la cuestión. Ahora se ve bien que el movimiento modernista, lleno de extraordinarios escritores —esta vez abundantes poetas, algunos ya inmortales— aparece como una magnífica fase más de nuestra historia literaria. Y a su lado queda, toda exenta, sobre el fondo de la Historia de España, la generación del 98, a la que no se puede poner un mote efímero porque tiene el sentido perdurable que distingue a las grandes obras humanas, el eternismo, que dijo el gran rector de la generación, don Miguel de Unamuno.

Vale la pena de esforzarse en comprender bien todo esto, al hilo de la sagacidad de Díaz-Plaja. En definitiva, lo esencial no es el tema sino el noble ejercicio de querer interpretar mejor, en cada tiempo nuevo, las preocupaciones de siempre. El cenáculo de los hombres, hombres en su sentido profundo, que absortos en su juego de ideas parecen ajenos al caudaloso vivir, es, ahora como siempre, el que, sin saberlo ellos ni los otros, está señalando el nuevo camino.

Saint-Jean-de-Luz, agosto 1951.

Gregorio Marañón, Prólogo a Modernismo frente a noventa y ocho, págs. VIII y XVII.

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