Eugenio d’Ors

Epistolario de Goya

Era inevitable que la ocasión del Centenario de Goya irrigase un feraz florecer bibliográfico, acerca del artista y de su obra. Era también inevitable que, de tanta flor, viniesen en quedar pocos frutos para nuestra mesa y para el hambre y la sed a gustarlos apercibidas.

El inconveniente de la mayor parte de las noticias goyescas que, en este convite, nos han sido servidas, se cifraba en una crudeza que las hacía impropias para la digestión intelectual, y aun para la ingestión… A una ensalada de datos crudos no hay manera de hincarle el diente. Estas cosas, para que aprovechen y hasta para que se puedan mascar, han de haber sido tratadas previamente por los fuegos de la inteligencia.

De libro sé —no sobre Goya, precisamente, pero sobre alguno de los personajes interpuestos en su vida — que hubiera podido tener fácil éxito por la circunstancia de esperarse de él revelaciones sensacionales. Sobre no contenerlas; sobre incurrir en el pecado de presentar equívocamente como propias, averiguaciones ya publicadas, por ejemplo, por la Híspanle Society, de Nueva York, ha resultado, también, el libro de referencia, un crudo gazpacho, donde los tropezones de documentos insignificantes, los sosos chistes de familia y las geneologías estilo monólogo de solterona, se presentan desalentadoramente bañados en un caldo chirle de la más aguada cursilería. Cierto, todo lo que toca a Goya es complejísimo. La multiplicidad, la profusión, la mezcolanza, inclusive, son de ley, en cuanto quiera traer del artista o de su época una fiel imagen… ¡Sí; pero que esta mezcolanza sea una mezcolanza cocida! No un gazpacho, sino una bullabesa.

Uno de los pocos libros compuestos, de los pocos libros cocidos, que han venido a nuestras manos en ocasión del Centenario de Goya, es una obra modesta, una publicación de las llamadas «de vulgarización». No trae nada nuevo. Pero lo que trae está preparado con arte, convertido los materiales en algo aderezado, organizado, guisado, comestible… Me refiero a la edición popular del Epistolario de Goya, con paréntesis de Guillermo Díaz-Plaja.

Resumen excelente, texto vivaz, sugestivo. Confesaré que este librillo es el único que he recomendado a los extranjeros venidos en ocasión de las fiestas goyescas y que preguntaban frecuentemente por un resumen fácil donde encontrar la semblanza del pintor, cuya gloria les atraía, pero sobre cuya persona subsisten todavía tantos puntos obscuros.

¡Lástima que un espíritu dotado de tanto poder evocador como el del señor Díaz-Plaja no trajera su contribución al concurso convocado, para premiar un texto popular, reductible a conferencia, acerca de Goya!… Aun al lado de la excelencia de los trabajos premiados hubiérase distinguido el suyo.

Desde luego, a quien ha sabido entender tan bien a nuestro Goya, a través de sus cartas, auguro, en empeños análogos, el feliz suceso que corresponde a la feliz vocación.

Eugenio d’Ors, El Día Gráfico, 9-VI-1928, La obra de G. Díaz-Plaja a través de la crítica, págs 41-42.

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