1909 – 1939
1909 – 1939
La biografía de Guillermo Díaz-Plaja, desde su nacimiento hasta el final de la Guerra Civil, se recorre a través de las palabras del propio escritor. Extractos de sus obras autobiográficas (Papers d´identitat, Memoria de una generación destruida y Retrato de un escritor) constituyen un personalísimo hilo conductor que nos va situando en las fechas, los lugares, los sentimientos, las experiencias y los logros intelectuales de Díaz-Plaja en estos años, de infancia, adolescencia y juventud, tal como él los vivió. Algunos retazos de otras obras suyas, como El oficio de escribir, entrevistas en la prensa y en el libro Conversaciones con Guillermo Díaz-Plaja, de Dámaso Santos, completan este relato vital en primera persona.
Sucede que, de pronto, sentimos la urgencia de ordenar nuestras memorias dispersas. Acá y allá nos sobresaltan las huellas a punto de difuminarse en el olvido. Se han quedado ahí como los detritos últimos del aluvión otrora caudaloso, testimonio impávido de lo que fue. Veamos, ¿por qué éstas, y no otras, han permanecido irreductibles a la corrosión de las horas, a la mordedura del tiempo transcurrido?
Retrato de un escritor, pág. 17
Viure en profunditat! Ralentir el cos i l’ànima, consciència endins. Aturar el batec del cor, per tal d’abastar el total silenci on ens poden ésser donades totes les claredats. El cor, però, no pot aturarse. Estem condemnats a vida. I la vida ens ha estat donada en una doble circumstància de temps i d’espai que nosaltres no hem triat.
Papers d’indentitat, pág. 12
1909 Nacimiento en Manresa
Retrato de un escritor, pág. 50
1909-1919 Infancia en Barcelona
El parque era todo: cancha, horizonte, sonrisa. Es, todavía, todo. No puedo verlo sin melancolía. Tiene un efecto, una belleza vesperal; una frondosidad de oro. Está más allá de su propia anécdota histórica y aún de la belleza de sus edificios, tan característicos de la Barcelona de la Primera Exposición.
Retrato de un escritor, págs. 51 y 52.
Veo, como en sueños, la ciudad de mi infancia, que señoreaban todavía los caballos: el coche «de punto», la tartana, los tranvías (algunos de tracción animal), los carros repletos de mercancías, los grandes desfiles de la caballería en las fiestas nacionales… Era un mundo ecuestre, de elegancias remotas que, en las viejas fotografías de los periódicos, nos dan una ciudad de poco tránsito, como devastada y melancólica.
Retrato de un escritor, pág. 54.
1919-1923 Adolescencia en Girona
Papers d’identitat, pág. 23.
En aquella ciudad de mi adolescencia -“¡Girona aimada!”- se vivía una tremenda presencia del pasado. La piedra dorada de los barrios antiguos, desde las Ballesterías a Sant Pere de Galligans era como una enhiesta bandera. ¡Qué hondo silencio, sacudido por las campanas, en torno a la mole catedralicia! Todas las horas eran graves y solemnes; deleitosas. La hora prima, cuando la ciudad se volvía mercado, toda olorosa de los productos del campo. La hora sexta, cuando se veían pasar, orondos y calmosos, los canónigos que iban al rezo comunitario. La hora nocturna, cuando todo en el barrio antiguo, se iba volviendo silencioso y espectral, decorado por sombras en huida.
Bajábamos, entonces, del colegio. Y entrábamos por la pequeña rambla de flancos porticados, donde se ejercitaba una minúscula, enternecedora pavana social decorada con las gentiles sonrisas de las damas y con la rúbrica de los sombreros que levantaban en el saludo los encopetados caballeros.
Me veo a mí mismo, adolescente, con mis libros bajo el brazo, descubriendo el pequeño mundo antiguo, la minúscula estética de la ciudad encalmada.
Retrato de un escritor, pág. 70.
1924-1931 Universidad y Primeras Publicaciones
Éramos, por supuesto, vehementes e infatigables lectores. La «Biblioteca de Catalunya», que estaba donde Prat de la Riba la instalara, es decir, en el Palacio de la «Mancomunitat», era inagotable fuente para nuestra sed.
Cuando, a las ocho, se cerraba la Biblioteca, íbamos muchas veces a continuar leyendo al Ateneo Barcelonés, que todavía sigue en la brecha del buen servicio cultural.
Aquel «Ateneu” mantenía, empero, un aire más familiar, más de «club» privado que el de ahora. Y tan importante como la biblioteca eran sus tertulias donde tanta sal (y tanto vinagre) se prodigaba. Al ser de clientela más reducida, los servicios eran más cómodos y -por ejemplo- se servían cafés en los mismos pupitres de los lectores de la biblioteca. Y, dato inestimable, el horario era prácticamente ilimitado. E incluso cuando los bibliotecarios se marchaban, a las 11 de la noche, algunos socios nos quedábamos para seguir trabajando hasta las tantas de la madrugada.
Y pienso que de estos años de voracidad lectora depende, en gran manera, nuestra formación posterior. Puesto que, no lo olvidemos, éramos todos fabricantes o edificadores de nosotros mismos, ya que la Universidad nos dejaba prácticamente en la orfandad.
Retrato de un escritor, págs. 76 a 78.
1932 El cine: un curso, un libro
Memoria de una generación destruida, pág. 76.
Se abrió la matrícula pertinente, que hubo que cerrar inmediatamente por quedar cubierto el número de plazas, y el día 27 febrero 1932 el profesor Apraiz pronunciaba la conferencia inaugural del cursillo bajo el título, verdaderamente introductorio, de “Posición del cine en la teoría del arte».
Memoria de una generación destruida, pág. 76.
En los días 6, 8 y 9 abril yo tuve el honor de desarrollar un ciclo de lecciones bajo el título de «Estética del cinema», que había servido de base a mi libro Una cultura del cinema (prólogo de Sebastián Gasch).
Memoria de una generación destruida, pág. 77.
1933-1934 Dos cruceros para la historia
Conversaciones con Guillermo Díaz-Plaja, págs. 83 y 84.
La concesión del Premio Nacional de Literatura recibe amplio tratamiento en la prensa.
1935 Premio Nacional de Literatura
Conversaciones con Guillermo Díaz-Plaja, págs. 80 y 81.
La concesión del Premio Nacional de Literatura recibe amplio tratamiento en la prensa.
1936 La generación destruida
Retrato de un escritor, pág. 173.